El toro júbilo.
Se celebra en noviembre en las calles de Medinaceli, en Soria. Se
trata de una tradición del siglo XVI en la que el toro es atado por los
cuernos para inmovilizarlo y encajarle así en la cabeza unos artilugios
metálicos con grandes bolas de material inflamable. Cada vez que se
celebra el animal sufre graves quemaduras y un gran estrés. Los
defensores de esta fiesta alegan que al astado se le da una crema de
barro para que no sufra quemaduras y que se ha eliminado la tradición de
matar al toro tras el encierro nocturno que realiza con sus cuernos
envueltos en llamas.
Este tipo de ‘toros de fuego’ también son muy populares en la
Comunidad Valenciana, donde más de 140 municipios los incluyen en sus
festejos.
En el mes de Noviembre, durante la noche del sábado
más cercano al día 13, la magnífica plaza Mayor de la villa ducal es
escenario de ancestrales ritos de toro y fuego. Juntos simbolizan la
fuerza y la purificación, comunión pagana que era consumada tras el
sacrificio del animal (acto que ya no se realiza) y la ingesta de su
carne por la comunidad.
Durante el comienzo del rito del Toro Jubilo
(término que proviene de sacrificio jubilar y jubileo o indulgencia, no
de júbilo) el animal es atado a un madero y recubierto todo su cuerpo de
barro arcilloso para evitar quemaduras. En su cornamenta se coloca un
asta metálica (gamella o astilla), que luce dos grandes bolas de pez,
elaboradas con estopa, aguarrás y azufre, que serán encendidas antes de
liberar al toro.
Tras la suelta, el animal se enfrentará a las carreras y citas de los
mozos hasta que se consuman las llamas de las bolas de pez que porta.
Cinco hogueras, una por cada uno de los cinco Santos Mártires patronos
de Medinaceli, iluminan el interior del cercado táurico
de la Plaza Mayor y cumplen, además, como burladero llameante añadiendo
al conjunto más carga mágica e iniciática.
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